Las familias

09.04.2011 21:21

La familia puede ser una de las fuentes de mayor felicidad para nosotros. No hay otro amor más profundo ni otro gozo tan pleno como el que puede existir dentro del círculo familiar. Las familias nos dan lo mejor de lo que ofrece la vida.

La familia es donde también se puede sentir el dolor más profundo; y pueden tropezar y aún fracasar. Sin embargo, a menudo es posible alcanzar la felicidad en la familia aún cuando haya dolor.

Al igual que todo lo que es de valor, las relaciones familiares requieren esfuerzo, pero el esfuerzo vale la pena porque el plan es que las familias perduren para siempre y que nos brinden gozo.  

 

La familia es fundamental en el plan que Dios tiene para nosotros

La familia es fundamental en el plan que Dios tiene para nosotros
Nuestra familia provee el marco para gran parte del progreso que experimentamos en la vida.

En nuestras familias amamos, prestamos servicio, enseñamos y aprendemos unos de otros. Compartimos nuestras alegrías y nuestros pesares. Los lazos familiares pueden presentarnos desafíos difíciles, pero también nos brindan algunos de nuestros mayores gozos.

Aunque no podemos elegir las condiciones de nuestro nacimiento, cada día podemos elegir que nuestra familia sea más fuerte y más feliz.

Es posible que las personas regresen a vivir en la presencia de Dios y que las familias estén unidas por la eternidad. 

 

 

Dios nos conoce y nos ama a cada uno

Los padres se maravillan ante la belleza de su hijo rec

 

ién nacido, y así debe ser.

Ese bebé no es sólo el hijo de ellos, sino también es hijo de Dios. Todo hijo, sea hombre o mujer, es creado "a imagen de Dios" (Génesis 1:27).

Dios el Señor nos conoció mucho antes que nuestros padres. Por ejemplo, el profeta Jeremías dijo: "Antes que te formase en el vientre te conocí" (Jeremías 1:5). Nuestro Padre Celestial, que nos dio la vida siempre nos ha conocido y amado.

  • Cada uno es un hijo o hija amado de nuestro Padre Celestial.
  • Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios.
  • La vida del ser humano es una dádiva de Dios y es una parte importante de Su plan eterno.
  • Cada persona tiene una naturaleza y un destino divinos. 

 

 

El matrimonio es parte del plan de Dios

El matrimonio es parte del plan de Dios


Desde un principio, el matrimonio entre un hombre y una mujer ha sido una parte integral del plan de Dios. Dios enseñó a Adán que "no es bueno que el hombre esté solo" (Génesis 2:18), y entonces Eva se convirtió en su compañera. Uno de los propósitos fundamentales del matrimonio es el tener compañía.

Dios también mandó al hombre y a la mujer: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra" (Génesis 1:28), o sea: tener hijos. Otro propósito central del matrimonio es traer hijos al mundo para formar parte de una familia.

El matrimonio y la familia son puntos centrales del plan de Dios para el destino eterno de Sus hijos. Nuestro Padre Celestial espera que, mientras estemos aquí en la Tierra, hagamos todo lo posible para prepararnos a nosotros mismos y a nuestros hijos para vivir en una familia eterna.

 

Las familias pueden ser eternas 

Las relaciones familiares pueden durar para siempre y no tan sólo por esta vida.

Así como algunas de las alegrías más gratas proceden de las relaciones familiares, la pérdida de un familiar puede ser la fuente de nuestro pesar más profundo;

pero la muerte no marca necesariamente el final de los vínculos con nuestros seres queridos. El Señor reveló a José Smith que "la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá [en la eternidad], pero la acompañará una gloria eterna" (Doctrina y Convenios 130:2).

Los miembros de la familia que acepten la Expiación de Jesucristo y sigan Su ejemplo, pueden estar juntos para siempre gracias a las ordenanzas sagradas que se efectúan en los santos templos de Dios.

 

Los hijos son un regalo de Dios

Nosotros no creamos la vida; Dios la crea. Aunque los padres participan en el nacimiento de su hijo en el mundo, ese hijo es una dádiva de nuestro Creador.

La vida humana es sagrada y debe tratarse con reverencia desde su principio hasta su fin.

 

Las enseñanzas de Cristo pueden enriquecer su vida familiar

Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. El dedicó Su ministerio a enseñar a la gente, y a las familias, cómo vivir a fin de lograr una felicidad verdadera y perdurable.

Los matrimonios y las familias de éxito se fundan y mantienen sobre principios sólidos como los que enseñó Jesús. Estos principios incluyen la fe en Jesucristo, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, la caridad, el trabajo y las actividades recreativas edificantes. 

 

Tener una buena relación familiar fortalece a las personas, a las comunidades y a las naciones

La familia es la unidad fundamental de la sociedad. Es el entorno primordial donde los hijos desarrollan la virtud.

Los hijos aprenden sobre el amor, la confianza, la lealtad, la cooperación y el servicio en la familia. También aprenden a comportarse en la sociedad. Cultivan los atributos que les llevarán a ser buenos ciudadanos cuando primero los aprenden en casa.

El bienestar de cualquier sociedad descansa en la fortaleza de sus familias. Cuando fortalecemos a nuestra familia, fortalecemos también a nuestra comunidad y a nuestro país. 

 

 

La familia: Una proclamación para el mundo

En 1995, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días publicó "La Familia: Una proclamación para el mundo" para instar a las personas y a los gobiernos a fortalecer a la familia.

La proclamación describe nuestra relación con Dios, así como la importancia del matrimonio y los vínculos familiares tanto en esta vida como en la eternidad.

Lea "La familia: Una proclamación para el mundo”.

 

La familia: Una proclamación para el mundo


La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, solemnemente proclamamos que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos.

Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija espiritual de padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal y eterna.

En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales de Dios lo conocieron y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por el cual obtendrían un cuerpo físico y ganarían experiencias terrenales para progresar hacia la perfección y finalmente cumplir su destino divino como herederos de la vida eterna. El plan divino de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro. Las ordenanzas y los convenios sagrados disponibles en los santos templos permiten que las personas regresen a la presencia de Dios y que las familias sean unidas eternamente.

El primer mandamiento que Dios les dio a Adán y a Eva tenía que ver con el potencial que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento que Dios dio a Sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece inalterable. También declaramos que Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación se deben utilizar sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados, como esposo y esposa.

Declaramos que la forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por decreto divino. Afirmamos la santidad de la vida y su importancia en el plan eterno de Dios.

El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos. "He aquí, herencia de Jehová son los hijos" (Salmos 127:3) Los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, de guardar los mandamientos de Dios y de ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, madres y padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones.

La familia es ordenada por Dios. El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno. Los hijos tienen el derecho de nacer dentro de los lazos del matrimonio, y de ser criados por un padre y una madre que honran sus promesas matrimoniales con fidelidad completa. Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes. Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud y tiene la responsabilidad de protegerla y de proveerle las cosas necesarias de la vida. La responsabilidad primordial de la madre es criar a los hijos. En estas responsabilidades sagradas, el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente. Las incapacidades físicas, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación individual. Otros familiares deben ayudar cuando sea necesario.

Advertimos a las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, que un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos.

Hacemos un llamado a los ciudadanos responsables y a los representantes de los gobiernos de todo el mundo a fin de que ayuden a promover medidas destinadas a fortalecer la familia y mantenerla como base fundamental de la sociedad.

El presidente Gordon B.Hinckley leyó esta proclamación como parte de su mensaje en la Reunión General de la Sociedad de Socorro, el 23 de septiembre de 1995, en Salt Lake City, Utah, E.U.A.

 
     
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Gracias, y que Nuestro Padre Celestial le Bendiga y nuestro Señor Jesucristo le Cuide, a usted y a su apreciable Familia.